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La mayoría de las pasarelas elevadas que cruzan avenidas con tránsito vehicular, están tipificadas; su hechura consiste en elevar el paso de los peatones a la altura de una viga, adaptable a varios anchos de calle, provista de escaleras o rampas estandarizadas en los extremos. Cada tipo, es la optimización de un tipo anterior concebido dentro de un campo de estudio referido al diseño normalizado de pasarelas. En Valparaiso, cruzando la avenida que da hacia la costa apareció un día, ocupando el lugar que de otro modo le correspondería a una de esas pasarelas tipificadas, un objeto que es, en cambio, único e individual. Parece ser el ensamblaje de tres partes bien diferenciadas, hechas de madera, metal y hormigón en distintas proporciones, sacadas directa y literalmente del ámbito amplio de las cosas preexistentes en el mundo; dicho de otro modo, son partes que mantienen en el ensamblaje que forman, un significado propio que permite que, visualmente, puedan ser separadas física y funcionalmente. Una, es un segmento de arco que se asemeja a la estructura autosuficiente de un antiguo puente curvo de madera, uno de cuyos extremos, el opuesto al mar, se apoya directamente en el suelo. La otra, es un alto pedestal de cemento y barandas metálicas que, de aspecto más industrial como el de un elevador de carga, un andamio, una plataforma de observación o una de las bases de hormigón prefabricado recuperada de una autopista, recibe el otro extremo del puente al otro lado de la calle. Y la última parte, es una escalera que, similar a la que se sobrepondría a la salida de emergencia de un edificio, a la salida de un avión o de un barco, desciende paralela a la calle desde el pedestal. Lo que se suscita con el ensamblaje de esas tres partes, es justamente la evocación de la circunstancia única que las reúne: la presencia del mar, un ancho de calle particular, y una breve plaza adyacente que recoge la gran afluencia de gente que, al otro lado, va a abordar el bus o el tren. Es, en tanto pasarela, mucho más que una cosa funcional, y como cosa funcional, es mucho más que una pasarela. Es un mirador elevado clavado frente al mar —que aún sin la escalera lateral seguiría funcionando como una prolongación orgánica de ida y vuelta sin descenso desde la plaza, o ajeno a la plaza si se le conservase la escalera lateral pero se prescindiese del puente curvo— que permite a la mirada, al superar el ancho bandejón del puerto saturado de maquinaria, mercancía, enormes neumáticos de camión y containers, contemplar directamente el frente marino. Pero lo que en realidad hace única a esta estructura es el que dada su presencia, de ésa manera y en ése lugar, esos significados pueden coexistir sin que dejen de ensamblar finalmente una pasarela.