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—El infierno es el otro —acabo de decir, después de un largo silencio y en voz alta, como si algo en mí y no yo mismo lo hubiese dicho; como para dar a entender a los demás que el asunto concluyó, que prefiero seguir conduciendo en silencio que participar en la conversación. pero el efecto es otro. Felipe (8), desde el asiento de atrás, ha comenzado a explicarnos su visión del infierno tal cual anoche la soñó. Es, en pocas palabras, la construcción de su miedo a la nada.
—Pero, no es que no haya nada; hay suelo y cielo —le digo. —Si —responde—, hay un suelo, pero alrededor y arriba lo único que se ve es algo negro, como un cubo cerrado que se aleja si uno trata de tocarlo.