LO VACÍO COMO FIGURA

APUNTE, ND

Los bordes materiales que rodean el centro vacío de algunas cosas, pasan a veces a ser un fondo sobre el que destaca la figura de esa nada que contienen. Nada nuevo con esto, si se considera los miles de años de reflexión sobre el cilindro de aire hecho vasija al ser rodeado del barro de sus paredes; sobre el hecho de que lo importante allí es justamente lo que no está. Pero a veces, y aunque se trate de una ausencia, parece siempre tener que haber algo allí dentro que le dé sentido a esa figura. El cubo de aire transportable que se incrusta industrialmente en la arcilla húmeda de cada uno de los ladrillos de ventilación que produce en este momento alguna fábrica, pasa a existir como una nada cuando, instalados, dejan fluir aire al interior de una casa, o cuando, porque interfiere la pureza que la cuadricula continua de bloques en sumatoria produce en el muro, quito la hoja seca que cayó en uno. Es la misma operación según la cual el hueco que rompe el muro continuo de casas adosadas en una ciudad compacta, toma sentido al vaciarse en su interior la idea de una plaza, o según la cual se llamaría patio al vacío que ordena los ambientes de una casa. También hay vacíos sin nombre que se llenan de sentido dado lo que repentinamente pasan a contener. ¿Cómo denominar, por ejemplo, al espacio que aparece entre dos extraños cuando uno le pregunta al otro una dirección, o cuando volteo mi cuerpo hacia la pared para producir una zona de calma en la que el viento cese y pueda prender mi cigarro? ¿Cómo llamar a este espacio que ordena las sillas alrededor de la mesa, que ha aparecido al sentarnos para compartir comida o jugar dominó, que ha quedado cargado de polvo, luz, olor, conos de sombra, resonar de palabras y también del silencio dejado por aquello que pude decir pero preferí callar ante la elocuencia de una mirada que a su través me fue dirigida?